Mi padre me enseñó que el mundo es mucho más grande de lo que pueden ver mis ojos, que los problemas no son problemas mientras se les pueda saludar, y cuando me quejaba, entonces me recitaba:
“Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó”
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A las luces
pesantes de nuestro país, se les ocurrió, que cómo los resultados de la educación en España avalados por el informe PISA son desastrosos, la solución a este fracaso escolar estaba en adelantar el aprendizaje de la
lecto-escritura.
Camino simplista y errático, que lo que está provocando es
más un aumento del frustraciones (tanto al alumnado como a sus familias) además
de numerosos trastornos del aprendizaje.
Cada vez que me asomo a las clases de infantil,
(¡gracias a dios no todas!) se parecen más a una clase de primaria, que a lo que
le corresponde por su edad. La presión social para que los niños terminen leyendo
cuando acabe la etapa es tal, que cada vez se dedica más tiempo y de manera
más generalizada a contenidos referidos a la lecto-escritura, olvidándose así, de trabajar los aspectos madurativos y requisitos previos tan necesarios para
que este aprendizaje se realice de forma adecuada. A su vez, se resta tiempo al desarrollo social, lúdico, y psicomotor
que es la base del desarrollo de los niños de los 3 hasta los 6 años. En
Finlandia que siempre está en los primeros puestos del Informe Pisa, no comienza la enseñanza de la
lecto-escritura y de los contenidos más académicos hasta los 7 años, en dos
años, con nueve, leen mejor que los
niños españoles de la misma edad ¡tomen nota!
Y es que, para empezar
a leer y a escribir es necesario un grado de maduración en el cerebro, ciertas
funciones psicológicas se desarrollan a un ritmo determinado (atención,
lateralidad, esquema corporal...)y no es
fácil modificar la curva de crecimiento psíquico mediante la experiencia.
Es verdad que hay niños que tiene la capacidad de
leer a los 4 años, están preparados, pero hay otros que hasta los 6 o los 7 su
sistema nervioso no está maduro ¡y no por ello tiene alguna discapacidad o
problema! Es un caso similar a la marcha, hay bebes que con 9 meses están
andando, la gran mayoría cuando cumplen el añito dan sus primeros pasos, pero
hay otros, que hasta los 17 meses no arrancan, y todos ellos están dentro de la
normalidad. No por andar antes correrá
mas en el futuro.
Hubo una época que por comparación y que para que
mi niño anduviera al mismo tiempo que el de mi vecina, se usaron taca-tacas como
medida para acelerar la marcha, con el tiempo, los pediatras los desaconsejaron rotundamente
porque el uso prolongado de éstos provocan
problemas psicomotores como por ejemplo luxaciones de caderas.
Eso es lo que está pasando actualmente en nuestro
sistema educativo, las dificultades del aprendizaje se producen cuando se les exige a los alumnos que
realicen aprendizajes para los que todavía no están maduros, a las dificultades
les sigue la frustración, y a la frustración el rechazo por todo lo relacionado
con la escuela.
Lo importante de la escuela infantil debe ser
incentivar la motivación del aprendizaje a través del juego y del movimiento, la
educación infantil tiene que ser más flexible, menos regulada que la primaria y
la secundaria, y sobre todo, no debe
existir presión hacia los niños para que adquieran contenidos. En otras palabras, en nuestro sistema educativo
hace falta más respeto por la primera infancia, por sus necesidades y por su
específica forma de aprender, muy lejana al academicismo tan extendido en
nuestras aulas.